martes, 2 de octubre de 2012

Los Cinco Reinos. Castilla


Para terminar por ahora con esta serie de entradas dedicadas a la España de comienzos del siglo XIII, de forma que los jugadores y los accidentales visitantes de esta bitácora puedan hacerse una idea general del periodo que sirve de escenario a esta aventura-campaña de Aquelarre, le llega el turno a Castilla, reino en el que viven los personajes de esta historia. El reino de Castilla estuvo gobernado por Alfonso VIII durante largos cincuenta y seis años (se sentó en el trono en 1158 y no lo dejará hasta el día de su muerte, el 6 de octubre de 1214). El rey castellano, llegado al trono siendo un niño y apodado por sus contemporáneos como el Bueno y el Noble, llevó a cabo de todo su reinado una política de permanente expansión de sus fronteras a costa de sus reinos vecinos, ya fueran cristianos o musulmanes. Hablando en román paladino, como todo buen rey cristiano que se precie, Alfonso VIII dedicó todas sus energías a matar moros y tener hijos. Tras sus grandes éxitos iniciales, como la conquista de Cuenca, y el permanente conflicto con León durante la década de los ochenta, mediada la década de los noventa la amenaza almohade se cierne sobre su reino. Para conjurar dicha amenaza Alfonso VIII opta por una doble estrategia. Por un lado inicia la construcción en la frontera de una ciudad amurallada que habría de servirle de capital y bastión defensivo frente al Islam, Alarcos, y a la vez organiza una campaña de devastación y saqueo sobre Al-Andalus. El califa almohade, Abu Yusuf responde invadiendo la península con un gran ejército que finalmente en 1195 derrotaría de forma aplastante a los castellanos y destruiría la aún no finalizada ciudad fortificada de Alarcos. Tan clara fue la victoria almohade que el mismo rey tuvo que huir a uña de caballo para no perder en el envite la corona y la cabeza que la sujeta. Esta derrota diezmó la nobleza guerrera castellana y dejó el reino a merced de sus vecinos.  

Un años después de la derrota Alfonso IX de León se aliará con el califa almohade y atacará de forma coaligada a los castellanos. En primera instancia de no ser por la amistad de Alfonso VIII con su primo Pedro II de Aragón, y el apoyo efectivo de este, posiblemente Castilla habría sucumbido a sus enemigos.  La fortuna volvió a sonreír una vez más a Alfonso VIII ya que el Papa Celestino III sancionó con la excomunión al monarca leonés (asunto este que en la época tenía mucha importancia, no solo porque te cerraba las puertas del cielo, sino porque se las cerraba a todos tus súbditos, y como que el pueblo se lo podía tomar a mal y después pasarte la factura), forzando así a Alfonso IX a firmar treguas con el castellano en un equilibrio que, si bien precario, le dio tiempo para afrontar la siguiente amenaza que había surgido tras la rota de Alarcos.

Sancho VII de Navarra, el Fuerte, pese al apoyo dado a Castilla en las jornadas previas a Alarcos, en cuanto se produjo la derrota castellana, buscó al igual que el leones la alianza con los almohades e inició una serie de ofensivas sobre territorio castellano arrasando a su paso tierras de Soria y La Rioja. Alfonso VIII, en 1198 y una vez conjurado los peligros almohade y leonés mediante treguas, firma con Pedro II el Tratado de Calatayud por el que se repartían entre ambos el reino de Navarra en caso de poder conquistarlo. La ofensiva de los aliados fue casi inmediata, avanzando Alfonso VIII sobre Álava y poniendo cerco a Vitoria. Tras sólo dos años de campaña la guerra se decantará del lado de Castilla, que se anexionará los señoríos de Álava y Guipúzcoa.

Ya en el año 1204 en el que comienza la aventura, con las fronteras peninsulares a salvo, Alfonso VIII se prepara para lanzarse a una última aventura en 1205, en Gascuña, en defensa de los intereses de su esposa Leonor, que había recibido señorías en la zona. Porque resulta que la fiel y sufrida esposa de Alfonso VIII no era otra que la hija de Leonor de Aquitania, que amén de dotar a su niña como Dios manda, todo sea dicho de paso tenía un gran aprecio por su yerno castellano (una de las muchas razones que nos llevan a concluir que lo de Raquel la “fermosa”, la judía de Toledo con la que, según ese chismoso de Alfonso X tuvo amoríos su abuelo, no es más que una leyenda sin ninguna credibilidad). Y todo ello sin olvidar la frontera sur, que gracias a la espectacular toma de la fortaleza de Salvatierra en 1198, auténtico espolón dentro de territorio almohade, volvía a ser espoleada por tropas castellanas. A resultas de todo esto Castilla, a ocho años vista de la jornada de las Navas, volvía a contar con todo su poder para afrontar su mayor reto.

En el 1204 que comienza esta aventura el reino de Castilla vive un momento de relativa calma y en paz con sus vecinos. Mientras en las montañas cántabras y en el valle de Duero, en ciudades como Ávila, Segovia, o Burgos (de la que podría decirse que era la capital del reino) los grandes señores dominan la tierra; en la frontera sur, en las zonas que antaño los musulmanes llamaron la Marca Media (valle del Tajo y la tierra de nadie que son las llanuras de La Mancha), son las villas de la frontera como Toledo, Plasencia o la villa de Madrid con sus milicias concejiles y los valerosos colonos los que defienden el territorio frente a las incursiones almohades. Zona peligrosa la frontera y sus villas, fortalezas y ciudades, como la ya mencionada villa de Madrid, con sus algo menos de 3000 vecinos, lugar donde viven y se ganan los maravedises nuestros protagonistas.
                





lunes, 1 de octubre de 2012

Los Cinco Reinos. Aragón


Se puede considerar que aunque aún no ha comenzado su expansión mediterránea (para eso tiene que llegar Jaime I el Conquistador) por su peso en la política de la época específico y su extensión territorial, Aragón es a comienzos del siglo XIII el segundo reino de la península en importancia. Durante estos años que nos ocupan Aragón estuvo gobernado por Pedro II, conocido como el Católico. Titular de los condados catalanes, la política de Pedro II se dividió entre la atención al enemigo islámico del sur, tradicional de todos los reyes españoles, muy dados a escabechar a la morisma, y sus intereses transpirenaicos con vistas a anexionarse los territorios occitanos, sobre los que tenía derechos dinásticos. Vamos, que por ambición que no falte.

Por estas cosas de la legítima ambición de todo rey medieval que se precie, el reinado de Pedro II, siempre fiel aliado y amigo de su primo Alfonso VIII, se vio marcado por la compleja política exterior que se vio obligado a realizar. Nada más lejos de la realidad. El rey aragonés, con unos recursos humanos limitados, y una economía en perpetua bancarrota por culpa de su propia nobleza tanto aragonesa como catalana (que de siempre han gastado más de lo que ganan y puestos a pagar impuestos como que verdes las hemos segado; y es que nada hay como la historia para darnos cuenta que no brilla nada nuevo bajo el sol), se vió en la obligación de defender dos frentes al mismo tiempo. Por un lado, al sur, el poder almohade hacía casi imposible ningún avance sobre la apetecible ciudad de Valencia. A su vez, tras arrebatárselas a los almorávides, los almohades convirtieron las Islas Baleares como base de operaciones para acosar constantemente las costas catalanas. Aún y con todo ello Pedro II pudo tomar recuperar una serie de pequeñas posiciones avanzadas (Mora de Rubielos en 1198, Manzanera en 1202, Rubielos de Mora en 1203) que años más tarde emplearía su sucesor Jaime I para impulsar la definitiva reconquista de el reino de Valencia. Esto demuestra que el aragonés no estaba equivocado. Por si fuera poco su fiel alianza con Alfonso VIII serán indispensable para ayudar a conjurar de forma definitiva el peligro islámico, puesto que el reino de Aragón y los condados catalanes, por si solos, nada habrían podido hacer para frenar al poderoso Imperio Almohade.


En cuanto a las ambiciones occitanas de Pedro II, estas fueron las que realmente resultaron perniciosas para los intereses catalano-aragoneses. Los territorios occitanos vivían una convulsa situación religiosa por culpa de la herejía cátara, y por si fuera poco, el siempre ambicioso monarca francés se aprovechaba de esto para tratar de agrandar aún más su ya de por sí poderoso reino. La defensa de estos territorios supuso una sangría que agotó las fuerzas aragonesas durante décadas. Como ejemplo más claro de este altísimo coste tenemos la muerte del mismo monarca Pedro II en la batalla de Muret frente a los cruzados franceses, tan solo un año después de su participación en las Navas. Pero esto es historia futura, y quien sabe si en esta España mágica todos estos acontecimientos llegarán a a suceder o no. Los Hados o los Dados lo dirán.


A nivel de juego, que es lo que a los protagonistas de esta aventura-campaña más les interesará, para Aragón el año 1204 es un año de celebraciones. Independientemente de la perpetua bancarrota de la corona, este mismo año se celebraron las nupcias del rey con maría de Montpellier. Y en noviembre el Papa Inocencio III coronará a Pedro II en el monasterio de San Pancracio en Roma. Por esto y por las buenas relaciones entre Castilla y Aragón, este es tierra amiga para los protagonistas de nuestra aventura. Los lugares que más interesantes pueden ser para nuestros aventureros son Zaragoza, cuyo palacio-fortaleza de la Aljafería es la residencia de los reyes de Aragón, una de las mayores ciudades cristianas de la época, en la cual puede encontrarse desde la flor y nata de la nobleza aragonesa a la más peligrosa chusma almogávar. Y el bullicioso puerto de Barcelona que es un gran lugar para partir hacia las tierras levantinas y sus riquezas. Como ha quedado claro Aragón es un buen lugar para encontrar fortuna excepto para nuestro buen Ramiro Ros, el joven almogávar que ya presentaré más adelante, que si quiere mantener la cabeza sobre los hombros más le vale no poner un pié en territorio aragonés, donde se pagan unos buenos morabatines por verle más muerto que vivo. Para nuestra judía Judith bat Abner el reino aragonés no solo es una tierra con una importante presencia judía (la aljama de Zaragoza tenía una población de más de 1000 judíos), sino que los contactos de su difunto esposo con la comunidad hebrea de Zaragoza hacen de esta una vital fuente de ingresos. 

lunes, 17 de septiembre de 2012

Los Cinco Reinos. Navarra


Sancho VII de Navarra, nacido un año antes que su primo el rey castellano y al que sobreviviría veinte años, tuvo en suerte reinar sobre una Navarra que no era sino una sombra del otrora poderoso reino de Sancho III, primer Emperador de Hispania, cuya autoridad cubría todos los reinos cristianos peninsulares. La situación que se encontró Sancho VII nada tenía que ver. Rodeado por todas partes de reinos más grandes y poderosos, en guerra casi permanente con su vecino castellano, y bajo la ambiciosa mirada del rey de Francia, la política de Sancho VII fue la de una permanente búsqueda de alianzas que asegurasen su supervivencia frente a sus vecinos. Gran gestor y magnífico diplomático, además destacó en su época por su imponente presencia física, que le granjeo el apodo de el Fuerte. Para que se hagan ustedes una idea, se ha calculado que aquí el angelito pasaba de largo los dos metros. Imagínense lo que era eso en la Edad Media.

Apenas llegado al trono, sin importarle las amenazas papales de excomunión y entredicho, busco la alianza del califa almohade, con la esperanza de que tan poderoso aliado le salvaguardase de Castilla. Sin embargo, la muerte del califa almohade en 1199 le deja solo frente a sus enemigos. Alfonso VIII, que se la tenía guardada, junto con su primo Pedro II de Aragón invade Guipúzcoa y Álava. Incapaz de resistir acude personalmente a Marruecos para buscar una nueva alianza con el nuevo califa, que acabará en forma de matrimonio con una de sus hijas, para ver si consigue que los almohades invadan de nuevo Castilla y así, al abrirse un frente en el sur, le dejen en paz de una puñetera vez. Pero el tiro le salió por la culata y en una campaña fulgurante el monarca castellano le levantó por la cara una tercera parte del reino, incluidas las importantísimas ciudades de San Sebastián y Vitoria. Tras su retorno a Navarra, y a pesar de su franca enemistad con sus primos, acaba formando parte a última hora de la coalición de reinos que se enfrentarán al almohade en las Navas.

A nivel de juego Navarra, en el 1204, no es en principio el mejor destino para los cristianos castellanos. No así para nuestra mediera judía, Judith bat Abner, puesto que los judíos en Navarra tienen un papel fundamental en la vida del reino. Tudela, una de las villas más importantes del reino, contaba con una de las principales aljamas de toda la península; incluso mayor que la de la capital Pamplona. Y es en Tudela donde comenzó la relación entre Judit y Seña, nuestra bruja vasca. Amén de lo anteriormente expuesto cabe destacar que el Camino de Santiago cruza el reino de Navarra, y las villas que prosperaban gracias a los peregrinos no se iban a poner a hacer ascos a los viajeros.  

Los Cinco Reinos. León


León, en los años que nos ocupan, está gobernado por Alfonso IX. Si bien en la campaña previa a la batalla de Alarcos el monarca leones estuvo dispuesto a participar activamente junto al castellano, por eso de ser familia y tal, a posteriori la enemistad y rivalidad entre ambos marco las relaciones de los dos reinos. Alfonso IX, temeroso del poder de su primo (y es que Alfonso VIII de Castilla tenía más peligro que una piraña en un bidé), mantuvo una política de constante acoso sobre las fronteras castellanas de la Tierra de Campos, que el monarca castellano había usurpado previamente a León alegando derechos dinásticos. Por esta razón buscó al igual que el monarca navarro la alianza del califa almohade con el objetivo de ganarle posesiones al castellano. Sin embargo la presión pontificia, que tan poco efectiva había resultado con el monarca navarro, y la férrea defensa de las milicias concejiles castellanas, finalmente hicieron mella en Alfonso IX, que terminó firmando treguas con el castellano. A nivel de juego, para que se entienda, esto significa que la frontera entre León y Castilla, la mencionada Tierra de Campos, es un territorio bastante peligroso para cualquier castellano que asome el morro. Una vez cruzada la frontera castellanos y leoneses tratan con absoluta normalidad, y la ciudad de León es una de las principales de la España cristiana. Y Galicia, tierra de cielos grises, meigas y ruinas paganas, con Santiago de Compostela como meta de peregrinos en busca de la salvación, es un lugar fascinante para todos aquel con ánimo de aventura.
Por su parte la relación de León con Portugal se traduce en la guerra que mantuvo durante casi ocho años con Sancho I de Portugal, el Repoblador, cuyos orígenes ciertamente siguen siendo un misterio, y que terminó en 1201 sin ningún cambio significativo en las fronteras de ambos reinos. Esto es una muestra más de la deliciosa costumbre que tenían los reyes medievales de guerrear sin venir a cuento. Y es que las auténticas obligaciones de todo rey de la Edad Media eran las de liarse a espadazos con quien fuera y por lo que fuera cada dos por tres, y la de dedicarse a la gozosa obligación de dejar descendencia. Mucha descendencia, ya fuera con la legítima o con las que no. Respecto a la frontera sur, los avances más significativos de reino de León, las reconquistas de Cáceres (1229), Mérida y Badajoz (1230) se llevarán a cabo tras la batalla de las Navas, cuando el peligro islámico ya había sido conjurado. Si es que en esta España mágica que estáis jugando se produce la victoria de las Navas de Tolosa, que vayan ustedes a saber.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Los Cinco Reinos. Portugal


Tras la pequeña descripción de lo que hay al sur de la frontera (coño, parezco Murakami), paso a detallar de manera breve como están las cosas en la España cristiana. A este periodo de la Edad Media se le conoce como la España de los Cinco Reinos. A saber: Portugal, León, castilla, Navarra y Aragón; esto es, las cinco entidades políticas en las que se divide la cristiandad peninsular. No entraré a explicar el origen de cada uno de estos reinos, que para eso están los libros de historia y la Wikipedia, y me limitaré a exponer como es la situación de los reinos en el 1204 en el que arranca la historia.

El menos relevante de los reinos peninsulares para la historia de nuestros protagonistas es, sin ninguna duda, Portugal. Aunque esto no es razón para que sepan ustedes que se cocía en el joven reino portugués durante estos años. En 1204 reina en Portugal Sancho I de la casa de Borgoña, conocido como el Poblador. Segundo rey de Portugal, e hijo de Alfonso I Enriquez, fundador del reino, Sancho I vive durante su reinado una constante sucesión de éxitos y derrotas que convirtieron su reinado en el favorito de los cartógrafos. Y es que trabajo no les faltó, porque la frontera se movió más que los precios. En lo que respecta a las tierras de al-Andalus tras avanzar sus fronteras hasta el sur, prácticamente hasta el Algarve con la conquista de Silves (1189), en cuanto nuestros amigos los almohades asomaron el hocico pasó a replegarse casi hasta Lisboa, perdiendo en el camino el Algarve y casi todo el Alentejo (incluido Alcácer do Sal). Para rematar la faena se pasó ocho años guerreando con el reino de León disputándose el control del sur de Galicia. Como podéis imaginar en esta labor tuvo tanto éxito como en la de conquistar tierras a los moros. Visto lo visto no ha de sorprender a nadie que los últimos años de su reinado se los tomase con relativa calma y los dedicase a preocuparse del sobrepeso de su heredero (que pasará a la historia como Alfonso II el Gordo), a reorganizar el reino, traerse emigrantes de Flandes y Borgoña con la promesa de tierras y buen clima, y a acumular un buen tesoro a base de freír a sus nuevos súbditos a impuestos. Todo muy medieval. Y en esas está Portugal en 1204, en paz con sus reinos vecinos, sean estos cristianos o musulmanes.  A efectos de juego los personajes saben que Portugal está en el oeste y tan solo nuestra mediera judía sabe algo más de Portugal, y esto es que su rey se llama Sancho, que los judíos son bien recibidos (no en vano uno de los principales consejeros del rey es el primer rabino del reino, Jose Ben Yahi) y que allí en este momento se pueden hacer buenos negocios.  

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Como está al-Andalus, o bajarse al moro



En la época en la que se desarrolla esta aventura/campaña las tierras de al-Andalus distan mucho de la idílica imagen que se suele tener en mente al mencionar dicho nombre. A mediados del siglo XII, tras el desmoronamiento del Imperio Almorávide (unos alegres fundamentalistas islámicos norteafricanos, para más señas), surgen las llamadas segundas taifas. Una pléyade de pequeños pero ricos reinos musulmanes, tan podridos de pasta como ociosos. Un bocado demasiado suculento para los reinos cristianos del norte, que si bien de dineros siempre andaban escasos, de armas y ganas de usarlas para sacar provecho iban sobrados.  

Así que castellanos y aragoneses, que eran los que más pintaban ya en estas cuestiones, se dedicaron al noble oficio de saquear el sur sin control, ya fuera mediante las famosas parias (algo así como el impuesto revolucionario pero en plan institucional) o mediante divertidas campañas anuales de expolio al enemigo, las algaradas o razias. Para que se hagan ustedes una idea de lo bien que les iba este sistema a los cristianos les daré unos pocos datos.  Alfonso VII, en 1147, se monta tal campaña veraniega que no solo recorre en plan victorioso toda la actual Andalucía, sino que en plan que machote soy conquista en puerto de Almería. El botín fue de auténtico escándalo. Aragoneses y portugueses, que no querían quedarse atrás, en estos años de júbilo reconquistan para la cristiandad las ciudades de Lisboa, Santarem, Tortosa, Teruel… Y de vuelta a Castilla, ya con el rey que se sienta en el trono durante vuestra aventura, Alfonso VIII en 1177 conquista Cuenca y en 1179 firma con Alfonso II de Aragón el Tratado de Cazorla mediante el cual se reparten alegremente los territorios de al-Andalus. Y es que la reconquista parecía cosa hecha.

En estas estaban los alegres cristianos cuando los reyezuelos andalusíes, acogotaditos los pobres, decidieron recurrir a la nueva muchachada fundamentalista del otro lado del Estrecho de Gibraltar, los al-Muwahhidun o almohades. Y es que estos almohades no eran otra cosa que una secta aún más fundamentalista que los almorávides, a los cuales habían derrocado del poder por considerar que se habían relajado en sus costumbres islámicas. Así que los angelitos, después de hacerse con un imperio que dominaba todo el norte de África desde el actual Túnez hasta las costas atlánticas de Marruecos, no dudaron ni un segundo en cruzar el Estrecho para meter en vereda a sus hermanos de fe en al-Andalus (que gustaban del buen vino y las mujeres) y, de paso,  darle a los perros infieles las suyas y las de un pulpo. Y vaya que si lo hicieron. En julio de 1195 el ejército almohade del califa Abu Yusuf Yaqub Al-Mansur, en la villa de Alarcos, le dan un severísimo correctivo a ese tal Alfonso VIII. Tan dura fue la derrota (el mismo rey tuvo que huir a uña de caballo), que Castilla y los demás reinos cristianos vieron retroceder la frontera desde casi los límites de Sierra Morena a la de los tiempos de Alfonso VI, esto es, el valle del Tajo.

Los almohades, una vez asegurada la frontera con los cristianos, se dedicaron en cuerpo y alma a su labor de enseñar a sus díscolos hermanos andalusíes el como debe de vivir un buen musulmán. Y de paso a hacer la vida totalmente imposible a los judíos, que visto el percal decidieron sabiamente huir cagando leches hacia el refugio más cercano, los reinos cristianos del norte. Vamos, una fiesta.


En lo que respecta al juego, las tierras de al-Andalus en 1204 están bajo el control del Imperio Almohade, cuyo actual califa es Muhammad al-Nasir o el Miramamolín. Estas tierras son un territorio que si bien sigue siendo rico y contando con grandiosas ciudades (Sevilla y Córdoba por encima de todas) no es el mejor destino turístico para los cristianos. Los almohades, unas malas bestias de cuidado, han convertido de nuevo la frontera en una zona muy peligrosa. Cada verano tropas de uno y otro lado de la frontera se dedican a sus habituales  campañas de saqueo, por lo que vivir en la frontera es un deporte de riesgo que ríanse ustedes del puenting. La fortaleza de Salvatierra, en manos de la Orden de Calatrava, es la punta de lanza de los cristianos en tierra islámica, y junto con las villas castellanas de la frontera (entre las que se encuentra el Madrid en el que viven los personajes de los jugadores de esta aventura), el punto de partida de las expediciones veraniegas. Los almohades, por su parte, tienen a orillas del río Guadiana la ciudad de Calatrava o Qal´at Rabah, en el camino de Córdoba a Toledo, como base avanzada para defender su territorio y de paso hostigar a los cristianos. En esa enorme tierra de nadie tan solo se atreve a vivir lo mejor de cada casa, por lo que los viajes al sur son un asunto muy, pero que muy peligroso. Porque en esta España mágica del siglo XIII, tal y como pasaba en la nuestra, la convivencia de las tres culturas se hacía, mayormente, a hostias. Advertidos quedan los jugadores. 

viernes, 31 de agosto de 2012

Pues esta España que decimos tal es como el paraíso de Dios


Así comenzaba Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y León, su definición de España en la Estoria de España o Primera Crónica General. Sin entrar a valorar lo más o menos borracho que estaba aquí el amigo Alfonso, uno de los reyes más inútiles pero con mejor prensa de toda la Edad Media hispana, si alguno de ustedes quiere leerla completa la adjunto al final de la entrada. El caso es que los personajes de esta aventura de Aquelarre viven en la Castilla de la primera década del siglo XIII, así que ¿Cómo es la España que les ha tocado en gracia? ¿Qué saben de lo que ocurre en el mundo? En las siguientes entradas voy a intentar resumir de la forma más sencilla y amena posible como es la “España Mágica” que sirve de escenario a esta aventura.

Lo primero que hay que resaltar es que, como bien he indicado antes, esta es una España mágica. ¿Qué quiero decir con esto? Que si bien la historia y sus protagonistas (al menos hasta el inicio de la aventura porque luego Dios dirá) son los mismos que los de nuestra propia historia, en esta España de la Edad Media las leyendas son algo más que leyendas. Detrás de esas cancioncillas populares, esas creencias folclóricas, hay una realidad palpable. La magia existe, las criaturas mágicas también. Y qué decir del mal y el bien encarnado.  Pues eso, que cuando en un pueblo tienen la tradición de que hay un enorme lagarto que cuida de una fuente mágica junto a la dehesa, en verdad hay un pedazo de bicho más grande que un cocodrilo que habita junto a la fuente y se come a todo bicho viviente que se acerca a abrevar el burro. Por poner un ejemplo.

Hecha esta necesaria aclaración paso al grueso de la materia. Durante el periodo histórico que sirve de escenario a esta aventura/campaña de Aquelarre las dos grandes religiones monoteístas se dividen el control de la Península Ibérica. El norte para los cristianos y el sur para los mahometanos. Los judíos por su parte, que estar están, pero dominar, lo que se dice dominar dominan poco, desde finales del siglo XII se han dedicado a emigrar de forma masiva hacia tierras cristianas para ponerse bajo la protección y el patrocinio de los reyes cristianos, porque el panorama del sur se les había puesto un tanto negro. Como vemos en esta España viven las tres culturas, pero la tolerancia pacífica y tal les adelanto que brillaba por su ausencia. Para la próxima entrada (el lunes que viene, Dios mediante) les daré a ustedes detalles jugosos sobre las tierras de al-Andalus, ahora bajo el control de unos muchachos un tanto fundamentalistas, el Imperio Almohade. 

Y aquí tienen ustedes el texto prometido:

«Pues esta España que decimos tal es como el paraíso de Dios, ca riegase con cinco ríos cabdales que son Ebro, Duero, Tajo, Guadalquivir, Guadiana; e cada uno dellos tiene entre si et ell otro grandes montañas e tierras; e los valles et los llanos son grandes et anchos, et por la bondad de la tierra et ell humor de los ríos lievan muchos inicios et son ahondados... España es ahondada de mieses, deleitosa de fructas, viciosa de pescados, sabrosa de leche et de todas las cosas que se della facen; iena de venados et de caza, cubierta de ganados, lozana de caballos, provechosa de mulos, segura et bastida de castiellos, alegre por buenos vinos, folgada de ahondamiento de pan; rica de metales, de plomo, de estaño, de argent vivo, de fierro, de arambre, de plata, de oro, de piedras preciosas, de toda manera de piedra mármol, de sales de mar et de salinas de tierra et de sal en peñas, et dotros mineros muchos: azul, almagra, greda, alumbre et otros muchos de cuantos se fallan en otras tierras; briosa de sirgo et de cuanto se face del, dulce de miel et de azúcar, alumbrada de cera, complida de olio, alegre de azafrán. España sobre todas es engeñosa, atrevuda et mucho esforzada en lid, ligera en afán, leal al señor, afincada en estudio, palaciana en palabra, complida de todo bien; non ha tierra en el mundo que la semeje en abondanza, nin se eguale ninguna a ella en fortaleza et pocas ha en el mundo tan grandes como ella. España sobre todas es adelantada en grandez et. más que todas preciada por lealtad»
 «¡Ay España! non ha lengua nin engeño que pueda contar tu bien...».



jueves, 30 de agosto de 2012

Introito

La Península Ibérica de Aquelarre
El diccionario de la Real Academia de la Lengua, en su tercera acepción, define la palabra introito de la siguiente forma: "En el teatro antiguo, prólogo para explicar el argumento del poema dramático al que precedía, para pedir indulgencia al público o para otros fines análogos". Ya que esto de los juegos de rol tiene mucho que ver con el teatro, sirvan estas primeras líneas de la bitácora para explicar un poco de que va todo esto y para pedir indulgencia por mis numerosos fallos así como vuestro favor. Ya lean estas palabras mis cuatro jugadores o cualquiera otro visitante que pululando por la red de redes se ha encontrado con este rincón. Sean todos bienvenidos.

El caso es que esta bitácora surge como complemento a la que debe de ser la primera aventura de una campaña de Aquelarre, el decano de los juegos de rol españoles, en su magnífica tercera edición. Si alguien quiere saber algo de la historia de este juego le recomiendo encarecidamente que visite la bitácora Akelarredvanced, y descargue su historia del juego. En las próximas entradas, amén de realizar una crónica de las sesiones de juego, trataré de relatar como es la España mágica de los primeros años del siglo XIII, así como los planos de las localizaciones, fichas de los PNJ y un largo etcétera de ayudas varias.

Tal y como he indicado antes esta campaña se ambienta algo más de un siglo antes del comienzo del periodo en que ambienta de forma oficial el juego. Esto se debe principalmente a que, como historiador de formación que soy y medievalista de vocación para más inri, el siglo XIII es el de mi especialidad. Este es el siglo de los grandes avances en la Reconquista, el siglo del fin del predominio musulmán y el del nacimiento del reino de Granada, el de la Cruzada contra los cátaros o las Vísperas Sicilianas, el de la desaparición de los reinos cruzados en Tierra Santa...y así podría seguir páginas y páginas. El XIII es un siglo apasionante y violento, cargado de posibilidades dramáticas.

Así que son estos turbulentos años los que sirven de escenario para la historia. Historia que comienza en la pequeña villa castellana de Madrid, la fría mañana del 2 de noviembre, día de San Justo y San Malaquías, del año de Nuestro Señor de 1204, 1242 de la Era Hispánica. En el patio de una casa de la judería de Madrid, bajo las sombra de las murallas del Alcázar y cerca de la Puerta de la Vega, se reúnen nuestros protagonistas, cada uno de ellos por sus diversas razones, para iniciar el que parece un sencillo viaje de dos o tres jornadas hasta la cercana villa de Buitrago. Pero esta es una historia que les relataré más adelante.

Dicho esto sean ustedes bienvenidos a la España mágica de Aquelarre. Espero de corazón que disfruten del viaje.