lunes, 17 de septiembre de 2012

Los Cinco Reinos. Navarra


Sancho VII de Navarra, nacido un año antes que su primo el rey castellano y al que sobreviviría veinte años, tuvo en suerte reinar sobre una Navarra que no era sino una sombra del otrora poderoso reino de Sancho III, primer Emperador de Hispania, cuya autoridad cubría todos los reinos cristianos peninsulares. La situación que se encontró Sancho VII nada tenía que ver. Rodeado por todas partes de reinos más grandes y poderosos, en guerra casi permanente con su vecino castellano, y bajo la ambiciosa mirada del rey de Francia, la política de Sancho VII fue la de una permanente búsqueda de alianzas que asegurasen su supervivencia frente a sus vecinos. Gran gestor y magnífico diplomático, además destacó en su época por su imponente presencia física, que le granjeo el apodo de el Fuerte. Para que se hagan ustedes una idea, se ha calculado que aquí el angelito pasaba de largo los dos metros. Imagínense lo que era eso en la Edad Media.

Apenas llegado al trono, sin importarle las amenazas papales de excomunión y entredicho, busco la alianza del califa almohade, con la esperanza de que tan poderoso aliado le salvaguardase de Castilla. Sin embargo, la muerte del califa almohade en 1199 le deja solo frente a sus enemigos. Alfonso VIII, que se la tenía guardada, junto con su primo Pedro II de Aragón invade Guipúzcoa y Álava. Incapaz de resistir acude personalmente a Marruecos para buscar una nueva alianza con el nuevo califa, que acabará en forma de matrimonio con una de sus hijas, para ver si consigue que los almohades invadan de nuevo Castilla y así, al abrirse un frente en el sur, le dejen en paz de una puñetera vez. Pero el tiro le salió por la culata y en una campaña fulgurante el monarca castellano le levantó por la cara una tercera parte del reino, incluidas las importantísimas ciudades de San Sebastián y Vitoria. Tras su retorno a Navarra, y a pesar de su franca enemistad con sus primos, acaba formando parte a última hora de la coalición de reinos que se enfrentarán al almohade en las Navas.

A nivel de juego Navarra, en el 1204, no es en principio el mejor destino para los cristianos castellanos. No así para nuestra mediera judía, Judith bat Abner, puesto que los judíos en Navarra tienen un papel fundamental en la vida del reino. Tudela, una de las villas más importantes del reino, contaba con una de las principales aljamas de toda la península; incluso mayor que la de la capital Pamplona. Y es en Tudela donde comenzó la relación entre Judit y Seña, nuestra bruja vasca. Amén de lo anteriormente expuesto cabe destacar que el Camino de Santiago cruza el reino de Navarra, y las villas que prosperaban gracias a los peregrinos no se iban a poner a hacer ascos a los viajeros.  

Los Cinco Reinos. León


León, en los años que nos ocupan, está gobernado por Alfonso IX. Si bien en la campaña previa a la batalla de Alarcos el monarca leones estuvo dispuesto a participar activamente junto al castellano, por eso de ser familia y tal, a posteriori la enemistad y rivalidad entre ambos marco las relaciones de los dos reinos. Alfonso IX, temeroso del poder de su primo (y es que Alfonso VIII de Castilla tenía más peligro que una piraña en un bidé), mantuvo una política de constante acoso sobre las fronteras castellanas de la Tierra de Campos, que el monarca castellano había usurpado previamente a León alegando derechos dinásticos. Por esta razón buscó al igual que el monarca navarro la alianza del califa almohade con el objetivo de ganarle posesiones al castellano. Sin embargo la presión pontificia, que tan poco efectiva había resultado con el monarca navarro, y la férrea defensa de las milicias concejiles castellanas, finalmente hicieron mella en Alfonso IX, que terminó firmando treguas con el castellano. A nivel de juego, para que se entienda, esto significa que la frontera entre León y Castilla, la mencionada Tierra de Campos, es un territorio bastante peligroso para cualquier castellano que asome el morro. Una vez cruzada la frontera castellanos y leoneses tratan con absoluta normalidad, y la ciudad de León es una de las principales de la España cristiana. Y Galicia, tierra de cielos grises, meigas y ruinas paganas, con Santiago de Compostela como meta de peregrinos en busca de la salvación, es un lugar fascinante para todos aquel con ánimo de aventura.
Por su parte la relación de León con Portugal se traduce en la guerra que mantuvo durante casi ocho años con Sancho I de Portugal, el Repoblador, cuyos orígenes ciertamente siguen siendo un misterio, y que terminó en 1201 sin ningún cambio significativo en las fronteras de ambos reinos. Esto es una muestra más de la deliciosa costumbre que tenían los reyes medievales de guerrear sin venir a cuento. Y es que las auténticas obligaciones de todo rey de la Edad Media eran las de liarse a espadazos con quien fuera y por lo que fuera cada dos por tres, y la de dedicarse a la gozosa obligación de dejar descendencia. Mucha descendencia, ya fuera con la legítima o con las que no. Respecto a la frontera sur, los avances más significativos de reino de León, las reconquistas de Cáceres (1229), Mérida y Badajoz (1230) se llevarán a cabo tras la batalla de las Navas, cuando el peligro islámico ya había sido conjurado. Si es que en esta España mágica que estáis jugando se produce la victoria de las Navas de Tolosa, que vayan ustedes a saber.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Los Cinco Reinos. Portugal


Tras la pequeña descripción de lo que hay al sur de la frontera (coño, parezco Murakami), paso a detallar de manera breve como están las cosas en la España cristiana. A este periodo de la Edad Media se le conoce como la España de los Cinco Reinos. A saber: Portugal, León, castilla, Navarra y Aragón; esto es, las cinco entidades políticas en las que se divide la cristiandad peninsular. No entraré a explicar el origen de cada uno de estos reinos, que para eso están los libros de historia y la Wikipedia, y me limitaré a exponer como es la situación de los reinos en el 1204 en el que arranca la historia.

El menos relevante de los reinos peninsulares para la historia de nuestros protagonistas es, sin ninguna duda, Portugal. Aunque esto no es razón para que sepan ustedes que se cocía en el joven reino portugués durante estos años. En 1204 reina en Portugal Sancho I de la casa de Borgoña, conocido como el Poblador. Segundo rey de Portugal, e hijo de Alfonso I Enriquez, fundador del reino, Sancho I vive durante su reinado una constante sucesión de éxitos y derrotas que convirtieron su reinado en el favorito de los cartógrafos. Y es que trabajo no les faltó, porque la frontera se movió más que los precios. En lo que respecta a las tierras de al-Andalus tras avanzar sus fronteras hasta el sur, prácticamente hasta el Algarve con la conquista de Silves (1189), en cuanto nuestros amigos los almohades asomaron el hocico pasó a replegarse casi hasta Lisboa, perdiendo en el camino el Algarve y casi todo el Alentejo (incluido Alcácer do Sal). Para rematar la faena se pasó ocho años guerreando con el reino de León disputándose el control del sur de Galicia. Como podéis imaginar en esta labor tuvo tanto éxito como en la de conquistar tierras a los moros. Visto lo visto no ha de sorprender a nadie que los últimos años de su reinado se los tomase con relativa calma y los dedicase a preocuparse del sobrepeso de su heredero (que pasará a la historia como Alfonso II el Gordo), a reorganizar el reino, traerse emigrantes de Flandes y Borgoña con la promesa de tierras y buen clima, y a acumular un buen tesoro a base de freír a sus nuevos súbditos a impuestos. Todo muy medieval. Y en esas está Portugal en 1204, en paz con sus reinos vecinos, sean estos cristianos o musulmanes.  A efectos de juego los personajes saben que Portugal está en el oeste y tan solo nuestra mediera judía sabe algo más de Portugal, y esto es que su rey se llama Sancho, que los judíos son bien recibidos (no en vano uno de los principales consejeros del rey es el primer rabino del reino, Jose Ben Yahi) y que allí en este momento se pueden hacer buenos negocios.  

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Como está al-Andalus, o bajarse al moro



En la época en la que se desarrolla esta aventura/campaña las tierras de al-Andalus distan mucho de la idílica imagen que se suele tener en mente al mencionar dicho nombre. A mediados del siglo XII, tras el desmoronamiento del Imperio Almorávide (unos alegres fundamentalistas islámicos norteafricanos, para más señas), surgen las llamadas segundas taifas. Una pléyade de pequeños pero ricos reinos musulmanes, tan podridos de pasta como ociosos. Un bocado demasiado suculento para los reinos cristianos del norte, que si bien de dineros siempre andaban escasos, de armas y ganas de usarlas para sacar provecho iban sobrados.  

Así que castellanos y aragoneses, que eran los que más pintaban ya en estas cuestiones, se dedicaron al noble oficio de saquear el sur sin control, ya fuera mediante las famosas parias (algo así como el impuesto revolucionario pero en plan institucional) o mediante divertidas campañas anuales de expolio al enemigo, las algaradas o razias. Para que se hagan ustedes una idea de lo bien que les iba este sistema a los cristianos les daré unos pocos datos.  Alfonso VII, en 1147, se monta tal campaña veraniega que no solo recorre en plan victorioso toda la actual Andalucía, sino que en plan que machote soy conquista en puerto de Almería. El botín fue de auténtico escándalo. Aragoneses y portugueses, que no querían quedarse atrás, en estos años de júbilo reconquistan para la cristiandad las ciudades de Lisboa, Santarem, Tortosa, Teruel… Y de vuelta a Castilla, ya con el rey que se sienta en el trono durante vuestra aventura, Alfonso VIII en 1177 conquista Cuenca y en 1179 firma con Alfonso II de Aragón el Tratado de Cazorla mediante el cual se reparten alegremente los territorios de al-Andalus. Y es que la reconquista parecía cosa hecha.

En estas estaban los alegres cristianos cuando los reyezuelos andalusíes, acogotaditos los pobres, decidieron recurrir a la nueva muchachada fundamentalista del otro lado del Estrecho de Gibraltar, los al-Muwahhidun o almohades. Y es que estos almohades no eran otra cosa que una secta aún más fundamentalista que los almorávides, a los cuales habían derrocado del poder por considerar que se habían relajado en sus costumbres islámicas. Así que los angelitos, después de hacerse con un imperio que dominaba todo el norte de África desde el actual Túnez hasta las costas atlánticas de Marruecos, no dudaron ni un segundo en cruzar el Estrecho para meter en vereda a sus hermanos de fe en al-Andalus (que gustaban del buen vino y las mujeres) y, de paso,  darle a los perros infieles las suyas y las de un pulpo. Y vaya que si lo hicieron. En julio de 1195 el ejército almohade del califa Abu Yusuf Yaqub Al-Mansur, en la villa de Alarcos, le dan un severísimo correctivo a ese tal Alfonso VIII. Tan dura fue la derrota (el mismo rey tuvo que huir a uña de caballo), que Castilla y los demás reinos cristianos vieron retroceder la frontera desde casi los límites de Sierra Morena a la de los tiempos de Alfonso VI, esto es, el valle del Tajo.

Los almohades, una vez asegurada la frontera con los cristianos, se dedicaron en cuerpo y alma a su labor de enseñar a sus díscolos hermanos andalusíes el como debe de vivir un buen musulmán. Y de paso a hacer la vida totalmente imposible a los judíos, que visto el percal decidieron sabiamente huir cagando leches hacia el refugio más cercano, los reinos cristianos del norte. Vamos, una fiesta.


En lo que respecta al juego, las tierras de al-Andalus en 1204 están bajo el control del Imperio Almohade, cuyo actual califa es Muhammad al-Nasir o el Miramamolín. Estas tierras son un territorio que si bien sigue siendo rico y contando con grandiosas ciudades (Sevilla y Córdoba por encima de todas) no es el mejor destino turístico para los cristianos. Los almohades, unas malas bestias de cuidado, han convertido de nuevo la frontera en una zona muy peligrosa. Cada verano tropas de uno y otro lado de la frontera se dedican a sus habituales  campañas de saqueo, por lo que vivir en la frontera es un deporte de riesgo que ríanse ustedes del puenting. La fortaleza de Salvatierra, en manos de la Orden de Calatrava, es la punta de lanza de los cristianos en tierra islámica, y junto con las villas castellanas de la frontera (entre las que se encuentra el Madrid en el que viven los personajes de los jugadores de esta aventura), el punto de partida de las expediciones veraniegas. Los almohades, por su parte, tienen a orillas del río Guadiana la ciudad de Calatrava o Qal´at Rabah, en el camino de Córdoba a Toledo, como base avanzada para defender su territorio y de paso hostigar a los cristianos. En esa enorme tierra de nadie tan solo se atreve a vivir lo mejor de cada casa, por lo que los viajes al sur son un asunto muy, pero que muy peligroso. Porque en esta España mágica del siglo XIII, tal y como pasaba en la nuestra, la convivencia de las tres culturas se hacía, mayormente, a hostias. Advertidos quedan los jugadores.