Sancho VII de Navarra,
nacido un año antes que su primo el rey castellano y al que sobreviviría veinte
años, tuvo en suerte reinar sobre una Navarra que no era sino una sombra del
otrora poderoso reino de Sancho III, primer Emperador de Hispania, cuya
autoridad cubría todos los reinos cristianos peninsulares. La situación que se
encontró Sancho VII nada tenía que ver. Rodeado por todas partes de reinos más
grandes y poderosos, en guerra casi permanente con su vecino castellano, y bajo
la ambiciosa mirada del rey de Francia, la política de Sancho VII fue la de una
permanente búsqueda de alianzas que asegurasen su supervivencia frente a sus
vecinos. Gran gestor y magnífico diplomático, además destacó en su época por su
imponente presencia física, que le granjeo el apodo de el Fuerte. Para que se
hagan ustedes una idea, se ha calculado que aquí el angelito pasaba de largo
los dos metros. Imagínense lo que era eso en la Edad Media.
Apenas llegado al trono,
sin importarle las amenazas papales de excomunión y entredicho, busco la
alianza del califa almohade, con la esperanza de que tan poderoso aliado le
salvaguardase de Castilla. Sin embargo, la muerte del califa almohade en 1199
le deja solo frente a sus enemigos. Alfonso VIII, que se la tenía guardada, junto
con su primo Pedro II de Aragón invade Guipúzcoa y Álava. Incapaz de resistir
acude personalmente a Marruecos para buscar una nueva alianza con el nuevo
califa, que acabará en forma de matrimonio con una de sus hijas, para ver si
consigue que los almohades invadan de nuevo Castilla y así, al abrirse un frente
en el sur, le dejen en paz de una puñetera vez. Pero el tiro le salió por la
culata y en una campaña fulgurante el monarca castellano le levantó por la cara
una tercera parte del reino, incluidas las importantísimas ciudades de San
Sebastián y Vitoria. Tras su retorno a Navarra, y a pesar de su franca
enemistad con sus primos, acaba formando parte a última hora de la coalición de
reinos que se enfrentarán al almohade en las Navas.
A nivel de juego Navarra,
en el 1204, no es en principio el mejor destino para los cristianos castellanos.
No así para nuestra mediera judía, Judith bat Abner, puesto que los judíos en
Navarra tienen un papel fundamental en la vida del reino. Tudela, una de las
villas más importantes del reino, contaba con una de las principales aljamas de
toda la península; incluso mayor que la de la capital Pamplona. Y es en Tudela
donde comenzó la relación entre Judit y Seña, nuestra bruja vasca. Amén de lo
anteriormente expuesto cabe destacar que el Camino de Santiago cruza el reino
de Navarra, y las villas que prosperaban gracias a los peregrinos no se iban a
poner a hacer ascos a los viajeros.
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